martes, 31 de mayo de 2011

Muerte Súbita: ¿Cómo deben dormir los bebés?


¿Cómo deben dormir los bebés?

MUCHOS niños por todo el mundo han perdido la vida a causa del síndrome de la muerte súbita del lactante (SMSL). En Estados Unidos constituye la primera causa de muerte de bebés entre 1 y 12 meses de edad. ¿Hay alguna manera de reducir el riesgo? Según The Journal of the American Medical Association (JAMA), la investigación de los últimos años indica que la incidencia de este síndrome parece reducirse de modo significativo cuando los bebés duermen boca arriba y no boca abajo. Varios países han puesto en marcha programas para alertar a los padres sobre la relación que existe entre la postura del lactante al dormir y el SMSL. En Australia, Inglaterra, Dinamarca, Nueva Zelanda y Noruega, el SMSL disminuyó al menos en un 50% al cabo de uno o dos años de campañas públicas para fomentar la costumbre de acostar al niño boca arriba.
Aunque se desconoce la conexión exacta entre el hecho de dormir boca abajo y la aparición del SMSL, algunos investigadores creen que dicha posición hace que el infante inhale de nuevo el aire que ha exhalado, lo que aumenta el nivel de dióxido de carbono en su sangre. También puede ser que su cuerpo se caliente demasiado porque no dispersa tan bien el calor cuando yace boca abajo. Sea como fuere, los niños a quienes se acuesta boca arriba o boca abajo tienden a permanecer en la misma posición. Los estudios también indican que es mejor colocar a un infante sano y normal boca arriba que ponerlo de lado.

¿Qué lleva a las madres a acostar a sus bebés en una posición en particular? La JAMA comenta que a menudo estas siguen la costumbre: copian el método de sus propias madres o de la comunidad, o quizás adopten la práctica que hayan observado en el hospital. Algunas madres también creen que su bebé prefiere dormir o duerme mejor en cierta posición. Muchas ponen consecuentemente a la criatura boca arriba el primer mes, pero después la colocan boca abajo. “Esta práctica es preocupante —señala JAMA— debido a que el riesgo del SMSL es mayor entre los infantes de dos a tres meses de edad.” Hoy los médicos se esfuerzan por informar a los padres de que una medida sencilla y eficaz de reducir el riesgo del SMSL consiste en acostar a los bebés sanos boca arriba.


Si un bebé padece una afección respiratoria, o si expectora de modo anormal, conviene preguntar al médico cuál sería la mejor posición para dormir.

Anorexia y bulimia: los hechos y los peligros



“El alimento tiene una carga emocional mucho más pesada que todo aquello que puede medirse en calorías o gramos.”—Janet Greeson, escritora.

LA ANOREXIA y la bulimia son los dos trastornos alimentarios más comunes. Aunque cada uno tiene sus propias características, veremos que ambos pueden ser peligrosos, hasta mortales.
Anorexia: inanición autoprovocada

La persona anoréxica rehúsa comer o lo hace en cantidades tan pequeñas que acaba desnutrida. Antoinette dice que llegó a pesar 37 kilos (82 libras), muy poco para una joven de 17 años y 1,70 metros (5 pies y 7 pulgadas) de altura. “No consumía más de 250 calorías diarias y anotaba todo lo que comía”, dice ella.

Las anoréxicas están obsesionadas con la comida, y son capaces de cualquier cosa para no ganar peso. “Empecé a escupir la comida en una servilleta, haciendo ver que me estaba limpiando la boca”, explica Heather. Susan hacía mucho ejercicio para no aumentar de peso. “Casi todos los días —dice— corría 12 kilómetros [8 millas] o hacía una hora de natación, de lo contrario, me embargaban una angustia y un sentimiento de culpabilidad terribles. Y cada mañana sentía un inmenso placer, el único placer verdadero que tenía por lo general, cuando me subía a la báscula para confirmar que mi peso estaba muy por debajo de los 45 kilos [100 libras].”

Por irónico que parezca, algunas anoréxicas son magníficas cocineras y sirven comidas exquisitas que ellas se niegan siquiera a probar. “Cuando peor estaba —dice Antoinette—, era yo la que preparaba absolutamente todas las cenas en casa y también la bolsa del almuerzo para mi hermano y mi hermana menores. No dejaba ni que se acercaran a la nevera. Era como si la cocina fuese toda mía.”

Según el libro A Parent’s Guide to Anorexia and Bulimia (Guía para los padres sobre la anorexia y la bulimia), algunas anoréxicas “se vuelven exageradamente pulcras y llegan a exigir que toda la familia acate sus normas irrealistas y maniáticas. No pueden ver una revista, unas zapatillas o una taza de café fuera de lugar ni un momento. A veces se vuelven igual de maniáticas, o hasta más, con la higiene y la apariencia personal, llegando a pasar horas en el baño con la puerta cerrada y sin dejar que el resto de la familia entre a arreglarse para marcharse a la escuela o al trabajo”.

¿Cómo se desencadena este raro trastorno llamado anorexia? Por lo general, una adolescente o adulta joven (suele afectar más al sexo femenino) se propone perder unos kilos. Sin embargo, cuando lo consigue, no queda satisfecha. Al mirarse al espejo sigue viéndose gorda, así que decide seguir su dieta y rebajar un poco más para verse aún mejor. El ciclo continúa hasta que su peso está un 15% o más por debajo de lo normal para su estatura.

Es entonces cuando la familia y las amistades empiezan a manifestar su preocupación por la extremada delgadez, por no decir escualidez, de la joven. Pero la persona anoréxica no ve las cosas de la misma manera. “Yo no me consideraba flaco. Cuanto más peso pierdes, más se distorsiona tu mente y ya no eres capaz de verte con claridad,” dice Alan, un joven anoréxico de 1,75 metros (5 pies y 9 pulgadas) de altura, que llegó al punto de pesar solo 33 kilos (72 libras).

Con el tiempo, la anorexia puede desencadenar osteoporosis, afecciones renales y otros problemas graves de salud. Incluso puede provocar la muerte. “El médico me dijo que como mi organismo se había visto privado de tantos nutrientes, si hubiera seguido dos meses más con aquella dieta habría muerto de desnutrición”, dice Heather. El boletín The Harvard Mental Health Letter informa que alrededor del cinco por ciento de las mujeres a quienes se les diagnostica anorexia mueren en el plazo de diez años.

Bulimia: atracones y vómitos

El trastorno alimentario conocido por el nombre de bulimia se caracteriza por atracones (ingestión rápida de grandes cantidades de comida, tal vez hasta 5.000 calorías o más) seguidos de inducción al vómito o uso de laxantes para vaciar el estómago.

En contraste con la anorexia, la bulimia no se detecta fácilmente. La bulímica tal vez no esté exageradamente delgada, y sus hábitos alimentarios quizás parezcan bastante normales, al menos a los ojos de los demás. Pero para ella, la vida no es nada normal. De hecho, está tan obsesionada con la comida que todo lo demás carece de importancia. “Cuanto más me atracaba y vomitaba, menos me preocupaba por otros asuntos u otras personas —dice Melinda, de 16 años—. Llegué a olvidar lo que era divertirme con mis amigas.”

Geneen Roth, escritora y profesora especializada en trastornos alimentarios, describe un atracón como “treinta minutos de frenesí, de inmersión en una oscuridad infernal en la que no existe restricción alguna”. Dice que durante esos momentos “nada importa: ni amigos ni familia [...]. Solo importa la comida”. Una bulímica de 17 años llamada Lydia utiliza una vívida analogía para describir su problema: “Me siento como una trituradora de basura. Engullo, trituro y vomito. Siempre lo mismo, una y otra vez”.

La persona bulímica trata de evitar de cualquier manera el aumento de peso que normalmente experimentaría como consecuencia de su descontrol con la comida. De modo que, inmediatamente después de un atracón, se induce el vómito o toma laxantes para eliminar el alimento antes de que pueda convertirse en grasa corporal. Aunque solo pensarlo resulte repulsivo, la bulímica experimentada no lo ve así. “Cuanto más te atracas y vomitas, más fácil te resulta —explica Nancy Kolodny, trabajadora social—. Tu primera sensación de repugnancia o hasta de miedo es pronto reemplazada por la compulsión de repetir estos patrones bulímicos.”

La bulimia es sumamente peligrosa. Por ejemplo, a consecuencia de los vómitos repetidos, la boca se ve expuesta a los corrosivos ácidos del estómago, los cuales acaban gastando el esmalte de los dientes. La inducción al vómito también llega a perjudicar el esófago, el hígado, los pulmones y el corazón. En casos extremos, los vómitos pueden provocar incluso una perforación de estómago y hasta la muerte. El uso excesivo de laxantes también es peligroso. Puede anular la función intestinal y resultar en diarreas continuas y hemorragias rectales. Y en casos extremos, al igual que los vómitos repetidos, puede llegar a provocar la muerte.

Según el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, la incidencia de trastornos alimentarios aumenta continuamente. ¿Qué razones motivan a una joven a jugar con la muerte privándose de alimento? ¿Por qué se obsesiona otra tanto con la comida que se da un atracón y luego, preocupada por su peso, se ve impelida a eliminar lo que ha ingerido? En el próximo artículo se tratarán estas preguntas.

Según afirman ciertos expertos, la pérdida de entre el 20 y el 25% del peso total de una persona puede provocar una serie de cambios químicos en el cerebro que tal vez lleguen a alterar su percepción, y le hagan ver gordura donde no la hay.

Hay quienes también consideran un trastorno alimentario la ingestión excesiva y compulsiva de alimentos, aunque no se recurra al vómito ni a los laxantes.

A fin de no ganar peso, muchas bulímicas hacen ejercicios vigorosos todos los días. Algunas logran perder tanto peso que con el tiempo se vuelven anoréxicas, y a partir de entonces presentan un síndrome mixto en el que se alterna la conducta anoréxica con la bulímica.

domingo, 13 de febrero de 2011

El Moho: Amigo o enemigo?


Moho en el Pan


 Moho en la Madera

Ciertos tipos de moho salvan vidas, pero otros provocan la muerte. Los hay que realzan el sabor de vinos y quesos; también los que envenenan los alimentos. Algunos crecen sobre troncos, mientras que otros invaden cuartos de baño y libros. De hecho, el moho está por todas partes. Incluso puede que algunas esporas estén entrando por su nariz mientras usted lee esta oración.

SI LO duda, haga una prueba: deje una rebanada de pan en cualquier sitio, incluso dentro del refrigerador. Verá cómo en poco tiempo aparece sobre la superficie una capa algodonosa; eso es moho.

¿Qué es?

Los mohos pertenecen al reino de los hongos, que abarca más de cien mil especies, entre las que se incluyen los mildius, los champiñones, las royas y las levaduras. Hasta donde se sabe, solo 100 de esas especies causan enfermedades a seres humanos y animales. Muchos hongos ocupan un sitio esencial en la cadena alimenticia, pues descomponen la materia orgánica muerta y transforman sus elementos básicos para que la vegetación pueda utilizarlos. Otros establecen una relación de dependencia mutua (simbiosis) con ciertas plantas, a las que ayudan a absorber nutrientes del suelo. Por último, también hay hongos parásitos.

En cuanto al moho, su existencia comienza en la forma de una espora microscópica que es transportada por el aire. Si la espora aterriza en una fuente de alimento que tenga, entre otras cosas, la temperatura y la humedad adecuadas, empieza a germinar y produce unas células largas como hilos, llamadas hifas. Cuando las hifas forman una colonia, sus filamentos se entretejen en una telaraña aterciopelada que se denomina micelio y que constituye la parte visible del moho. Este también puede tener apariencia de tierra o de una mancha, como el que se forma en la lechada de los azulejos del baño.

Los mohos son maestros de la reproducción. En el moho común del pan (Rhizopus stolonifer), cada puntito negro es un esporangio, es decir, una cápsula con esporas. Fíjese: un solo puntito contiene más de cincuenta mil esporas, y cada una es capaz de producir cientos de millones de nuevas esporas en cuestión de días. Además, en condiciones adecuadas, el moho puede vivir tan a gusto en un tronco del bosque como en un libro, una bota o en el empapelado de las paredes.

¿Cómo consume su alimento? A diferencia de los animales y los humanos, que primero comen y luego absorben los nutrientes en la digestión, el moho muchas veces tiene que hacer las cosas al revés. Si las moléculas orgánicas son demasiado grandes o complejas, segrega enzimas digestivas que descomponen dichas moléculas en unidades más simples, y entonces logra absorberlas. Además, como no puede moverse para buscar alimento, se ve obligado a vivir en él.

Los mohos producen sustancias tóxicas (micotoxinas) que, si se inhalan, se ingieren o se tocan directamente, pueden provocar intoxicaciones en el hombre y en los animales. Pero no todo es negativo; los mohos también tienen propiedades sumamente útiles.

Cuando se porta como amigo

En 1928, el científico Alexander Fleming descubrió por accidente las propiedades germicidas del moho verde, llamado más tarde Penicillium notatum. Esta especie mataba las bacterias, pero era inofensiva para humanos y animales. El hallazgo condujo a la producción de la penicilina, aclamada como “el principal medio de la medicina moderna para salvar vidas”. En 1945, Fleming recibió el Premio Nobel de Medicina, el cual compartió con Howard Florey y Ernst Chain, quienes también hicieron investigaciones en este campo. Desde entonces se han obtenido del moho muchas otras sustancias medicinales, entre ellas fármacos para disolver los coágulos en la sangre, aliviar las migrañas y combatir el mal de Parkinson.

Los mohos son asimismo una bendición para el paladar. Piense en el queso, por ejemplo. ¿Sabía usted que los quesos brie, camembert, azul danés, gorgonzola, roquefort y Stilton deben su característico gusto a una variedad de Penicillium? Igual deuda con el moho tienen el salami, la salsa de soya y la cerveza.

Lo mismo ocurre con el vino. Cuando cierto tipo de uvas se cosechan en el momento justo y con la cantidad adecuada de moho en cada racimo, se logran deliciosos vinos de postre. La “podredumbre noble” (Botrytis cinerea) concentra los azúcares de la uva, lo que realza el sabor. En la bodega, el Cladosporium cellare añade el toque final durante la maduración del vino. Podemos concordar con un adagio de los viticultores húngaros, que dice: Un moho noble promete un buen vino.

Cuando se convierte en enemigo

El lado malo de ciertos mohos tiene también una larga historia. En el siglo VI antes de nuestra era, los asirios utilizaron la especie Claviceps purpurea para envenenar los pozos de sus enemigos, acto que podríamos considerar una forma antigua de guerra biológica. Ese mismo moho infecta a veces el centeno, y en la Edad Media causó en muchas personas ataques epilépticos, dolorosos ardores, gangrena y alucinaciones. La enfermedad tiene hoy el nombre de ergotismo, pero en aquel tiempo la llamaban fuego de San Antonio, por los muchos enfermos que peregrinaban al santuario de San Antonio en Francia con la esperanza de recibir una curación milagrosa.

El carcinógeno (agente que provoca cáncer) más potente que se conoce es la aflatoxina, y la produce un moho. En un país asiático, 20.000 fallecimientos anuales se atribuyen a esa sustancia letal, la cual también se ha empleado en armas biológicas modernas.

Ahora bien, en la vida diaria, los síntomas que produce el contacto con los mohos comunes son más una molestia que una verdadera amenaza para la salud. “La mayoría de los mohos, aun cuando pueda olerlos, no hacen daño”, aclara el boletín UC Berkeley Wellness Letter. Entre las personas que suelen presentar reacciones adversas están quienes padecen trastornos pulmonares (como el asma) o alergias, y los que son sensibles a los productos químicos o tienen débil su sistema inmunológico. Los trabajadores del campo que se ven expuestos a enormes cantidades de moho también se encuentran en ese grupo. Además, los niños pequeños y la gente mayor son más propensos a experimentar reacciones al contacto con los mohos.

El Departamento de Servicios de Salud de California, de Estados Unidos, señala entre los posibles síntomas los siguientes: problemas respiratorios (estornudos, dificultad para respirar, respiración rápida y entrecortada); congestión nasal y sinusitis; irritación de los ojos (ardor, lagrimeo o enrojecimiento); tos áspera y seca; irritación de nariz o garganta, así como irritación de la piel y sarpullido.

El moho en las construcciones

No resulta extraño escuchar en algunos países de cierres de escuelas o evacuación de casas y oficinas para acabar con el moho. En Suecia, el Museo de Arte Moderno de Estocolmo tuvo que cerrar a principios de 2002 poco después de su inauguración porque se llenó de hongos, y los trabajos de limpieza costaron nada menos que 5.000.000 de dólares. ¿Por qué el problema se ha vuelto más común últimamente?

Para encontrar la respuesta, hay que analizar dos factores principales: los modelos y los materiales de construcción. Desde hace algunas décadas, entre los materiales de construcción elegidos hay algunos que son más vulnerables al moho. Uno de ellos es la tablarroca, o panel de yeso, que normalmente consiste en dos hojas gruesas de papel pegadas a ambos lados de una placa central de yeso. Como el centro tiende a retener la humedad, si el material permanece mojado por períodos prolongados, las esporas pueden germinar y multiplicarse mientras se alimentan del papel.

También han cambiado los modelos de construcción. Antes de los años setenta, muchos edificios de Estados Unidos y varios otros países no eran tan herméticos ni tenían tanto aislamiento como las construcciones posteriores. El deseo de aprovechar al máximo la energía produjo cambios que buscaban reducir al máximo las pérdidas y ganancias de calor, así como las corrientes de aire. Por eso ahora, cuando entra la humedad, tiende a quedarse más tiempo, lo que favorece la formación de moho. ¿Habrá alguna solución?

La forma más eficaz de resolver o, al menos, controlar el problema es procurar que todo esté limpio y seco en el interior del edificio; hay que cuidar, además, que haya poca humedad en el ambiente. Si se acumula humedad en algún sitio, debe secarse cuanto antes y hacer los cambios o las reparaciones necesarias para que no vuelva a ocurrir. Eso significa, por ejemplo, que usted debe mantener limpios y en buen estado el techo y las canaletas, y asegurarse de que el terreno donde se construya tenga un declive alejado de la vivienda, de modo que el agua no se estanque cerca de los cimientos. Si cuenta con aire acondicionado, la bandeja recogegotas debe estar siempre limpia y la tubería de desagüe sin obstrucciones.

“La clave para combatir el moho es combatir la humedad”, afirma un especialista. Algunas medidas simples pueden evitarles a usted y su familia un encuentro con el lado desagradable del moho. Se puede decir que, en ciertos aspectos, es como el fuego: puede hacer daño, pero también producir muchísimos beneficios. Gran parte dependerá de cómo lo usemos y lo manejemos. Es patente que aún nos falta mucho por aprender de los mohos, pero algo es seguro: cuanto más sepamos de la impresionante creación de Dios, más provecho le sacaremos.